EL EGO DEL ACTOR. Por Laura


Muchas veces he escuchado lo insoportable que es el ego de los actores. Gente del medio: guionistas, directores, maquilladores, etc... les he oído decir que es difícil trabajar con gente así. Pero por alguna misteriosa razón, se asume. Se cuenta con ello.

Yo soy una defensora acérrima de los actores y por lo tanto de su ego. La respuesta es sencilla, sin un ego tan desmesurado no habría actores. Es necesaria mucha confianza en uno mismo para subir a un escenario, ponerte delante de una cámara o hacer un casting. Pero que mucha mucha. Y a mayores, hacerlo bien.

El amor apasionado que sienten los actores hacia su persona es como el amor que siente un pintor por el lienzo, un escritor por su pluma ó un periodista por el periódico. Es decir, aman su herramienta de trabajo, el "utensilio" que les permite desarrollar y mostrar su talento.
La herramienta del actor: cuerpo y voz... se mezcla con sus emociones, su personalidad, su forma de ver el mundo, su sentido del humor, sus opiniones, etc... a la hora de enfrentarse a un personaje, un texto, una situación teatral o lo que se tercie.
Las críticas vertidas sobre los trabajo nos actorales siempre se realizan sobre un objeto, concepto, idea, ejecución, etc.. Al actor se le hace sobre su persona, su cuerpo y su alma.

Por lo tanto respetemos su egocentrismo, es intrínseco al arte de la interpretación teatral, es una consecuencia de la creencia en uno mismo para dar como resultado la desnudez vital a la que se exponen en su trabajo.

EL NIÑO YA CAMINA SOLO


Hace nueve años en casa de mi amigo Claudio, entre risas y cerveza, se propuso un juego: uno de nosotros comenzaría una historia, según se iba relatando, los demás le diríamos palabra que debía incluir en su historia. El resultado: unos relatos delirantes, surrealistas y muy divertidos.
Nueve años más tarde ese juego se ha convertido en la parte estrella de un espectáculo: DEPRISA Y CORRIENDO (otro día contaré el porqué de ese nombre).

Sin embargo, fue preciso para mejorar el juego inicial desarrollar una técnica precisa. Imprescindible para la eficacia. Técnica que como directora del espectáculo, he ido puliendo a lo largo de los años.
En la antigüedad, actuando, yo era la reina de esa técnica. El inventor del avión seguramente será quien mejor lo pilote.... Al principio.
Con esa técnica en la mano, mi obsesión ha sido siempre rodearme de gente válida. Actores y actrices brillantes de la que nutrirme y transformar su talento. Mostrarles el camino a través de la técnica. Feed back de aprendizaje, nos necesitamos en igual grado.
Para hacer una deliciosa lasaña, los ingredientes han de ser de primera calidad, aún cuando el talento esté en cocinarlos y combinarlos de forma exquisita.

No puedo negar, no obstante, que el niño llega un momento que ya camina sólo. El aprendiz supera al maestro. Y es muy duro.
He conocido gente de teatro que se ha cuidado mucho el rodearse de personas mediocres para que no les eclipsaran. Esa actitud siempre me repugnó.
Pero tampoco puedo negar que es duro ceder tu brillo a los demás... por el bien del espectáculo. El resultado final. Yo me empeño mucho en la sensación de grupo. Es difícil desbaratar el ego de un actor y transformarlo en el ego de un elenco de actores.

Una vez vi un director que en el estreno de su propio espectáculo, estuvo en escena sin decir nada, entre los actores, a modo de ente... de figurante sin actuar. Esto me hizo reflexionar enormemente. Pensé: “te entiendo, tu también quieres que el público le ponga cara a quien también merece que le quieran”.