Muchas veces he escuchado lo insoportable que es el ego de los actores. Gente del medio: guionistas, directores, maquilladores, etc... les he oído decir que es difícil trabajar con gente así. Pero por alguna misteriosa razón, se asume. Se cuenta con ello.
Yo soy una defensora acérrima de los actores y por lo tanto de su ego. La respuesta es sencilla, sin un ego tan desmesurado no habría actores. Es necesaria mucha confianza en uno mismo para subir a un escenario, ponerte delante de una cámara o hacer un casting. Pero que mucha mucha. Y a mayores, hacerlo bien.
El amor apasionado que sienten los actores hacia su persona es como el amor que siente un pintor por el lienzo, un escritor por su pluma ó un periodista por el periódico. Es decir, aman su herramienta de trabajo, el "utensilio" que les permite desarrollar y mostrar su talento.
La herramienta del actor: cuerpo y voz... se mezcla con sus emociones, su personalidad, su forma de ver el mundo, su sentido del humor, sus opiniones, etc... a la hora de enfrentarse a un personaje, un texto, una situación teatral o lo que se tercie.
Las críticas vertidas sobre los trabajo nos actorales siempre se realizan sobre un objeto, concepto, idea, ejecución, etc.. Al actor se le hace sobre su persona, su cuerpo y su alma.
Por lo tanto respetemos su egocentrismo, es intrínseco al arte de la interpretación teatral, es una consecuencia de la creencia en uno mismo para dar como resultado la desnudez vital a la que se exponen en su trabajo.